LA ENSEÑANZA ARTISTICA
El programa de enseñanza, y más que el
programa, que es teoría, la práctica de la enseñanza no concede en el Perú sino
un exiguo sitio a la educación artística. Hasta hoy no se ha dado, en el
sentido de organizarla o más bien, de instituirla, ni siquiera el paso
elemental de encargar esta enseñanza a maestros calificados. La enseñanza de
dibujo en los colegios y escuelas nacionales está, todavía, en manos de
"aficionados". El más mediocre y ramplón de los diletantismos domina
en este aspecto de la instrucción pública.
Esta deficiencia se explicaba, plenamente,
en la época en que no existía una Escuela de Bellas Artes, apta al menos para
abastecer a los colegios y escuelas de maestros idóneos, con título y
capacidad para la enseñanza artística. Pero desde que esta Escuela se
encuentra en grado de proveer a la Instrucción Pública de un número,
apreciable ya, de maestros, ha desaparecido todo motivo para prorrogar el
dominio del diletantismo en el aprendizaje de dibujo y, en general, de
nociones de arte en las escuelas y colegios. Es ya tiempo, mejor dicho, de
establecer la enseñanza artística. Porque hasta ahora no existe.
El personal disponible para este objeto
no es numeroso. Pero es ya suficiente para el experimento en que debe
elaborarse un programa de enseñanza artística. Un gran progreso sería ya un
reglamento que impusiera la preferencia de los diplomados de la Escuela de
Bellas Artes en la enseñanza de dibujo, historia del arte, etc., en los
colegios y escuelas. Los profesionales no bastarían, por lo pronto, para
desalojar totalmente a los "aficionados" o dilentantes. Mas lo mismo
acontece en todos los ramos de la instrucción pública. Como el Ministro de
Instrucción lo ha declarado recientemente en el Congreso, el problema de la
enseñanza se presenta, ante todo, como un problema de maestros. La ley quiere
que la enseñanza esté a cargo de normalistas; pero el porcentaje de éstos en el
personal de preceptores del Estado es todavía muy reducido.
La Escuela de Bellas Artes debe tener
una función en la educación pública. El Perú no puede permitirse el lujo de una
academia sin aplicación práctica. No basta, como rendimiento de la Escuela,
una cosecha anual de cuadros y diplomas que, en la historia artística del Perú,
se reducirá naturalmente a una que otra verdadera vocación de artistas
oportunamente auxiliada y disciplinada.
El establecimiento de la enseñanza artística
resolverá, por otra parte, un problema que está destinado, si oportunamente no
se le considera y soluciona, a anular en gran parte la eficacia de la Escuela
de Bellas Artes. Los alumnos pobres de esta Escuela, cuando salen de ella,
hacen el triste descubrimiento de que su aprendizaje de dibujo y pintura o
escultura no les sirve para ganarse inmediatamente la vida.
El Perú no está aún en condiciones de
dar trabajo a sus artistas, no tanto porque es un país pobre cuanto porque la
educación artística de su clase "ilustrada" o dirigente ha adelantado
muy poco, a pesar de la aparente europeización de gentes y costumbres. De la
civilización occidental, esta clase ilustrada aprecia bastante el automóvil,
el cemento, el asfalto, el ornamento, pero estima aún muy poco el arte. Los
artistas se encuentran aquí bloqueados por el ambiente, el cual les exige, por
lo menos, el sacrificio de su personalidad.
Dentro de esta situación, proporcionar
a los diplomados de la Escuela de Bellas Artes un medio honrado de
subsistencia, como artistas, significaría facilitar a los más aptos, la
realización de su personalidad, lejos de todo humillante tráfico. La instrucción
pública se beneficiaría con la labor de maestros idóneos. Y la utilidad de la
Escuela de Bellas Artes se multiplicaría, pues ese instituto no se limitaría
ya a la misión de cultivar unos pocos temperamentos artísticos, abandonados
luego a su propia suerte en un medio indiferente e impropicio.
El ejemplo de México puede enseñarnos
mucho en éste como en todos los aspectos de la organización de la enseñanza.
En la escuela primaria se señalan en México los casos de vocación artística. Se
ha hecho exposiciones de trabajos de alumnos de las escuelas primarias positivamente
interesantes, que demuestran el acierto con que se atiende en ese país, que en
tantas cosas puede servirnos de modelo, a la educación artística de los
niños.
Seguramente, entre los niños peruanos
no es menos frecuente la aptitud artística. La raza indígena, poco dotada, al
parecer, para la actividad teorética, se presenta en cambio sobresalientemente
dotada para la creación artística. Lo que mejor conserva el indio, hasta ahora,
enraizado en sus costumbres, es su sentimiento artístico, expresado en varios
modos. Verbigracia, por la asociación de la música y la danza a su trabajo
agrario.
No me refiero, esta vez, sino a la enseñanza
elemental de las artes plásticas. Pero los mismos conceptos son, en línea
teórica, aplicables a la enseñanza de la música en los colegios. También de
este terreno urge extirpar el diletantismo de los "aficionados". Los
rendimientos de la Academia Nacional de Música son, es cierto, muy pobres, no
obstante los años que tiene de establecida. Pero se suman a ellos los de uno o
dos conservatorios particulares.
La reforma que a este respecto parece
urgente realizar, es la de sustraer la Academia Nacional de Música a la tutela
de una sedicente sociedad musical, sin ninguna aptitud técnica para dirigirla
y orientarla con eficiencia.
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